Uno de los mejores momentos delante de un vino es el de probarlo. Vamos a ver como interviene el gusto en la cata de un vino.
Como muchos sabéis, las papilas gustativas son los órganos que captan los sabores que son solamente cuatro: dulce, ácido, salado y amargo. Estos cuatro sabores van a estar presentes en cualquier vino en mayor o menor intensidad. Su equilibrio determinará su virtud.
En el momento de la cata, la boca calienta el vino, de modo que los aromas se desprenden y estimulan el centro gustativo. Gracias a esto, podremos apreciar los diferentes sabores, de los más dulces, pasando por los ácidos y por último, los amargos.
Una vez ingerido el vino, éste nos deja unas sensaciones que son lo que se denomina retrogusto. El tiempo que permanecen esas sensaciones en la boca, es la persistencia.
Por supuesto, hay personas que son capaces de captar más sabores que otras ya que nuestro umbral de la percepción varía sensiblemente. Así que si al principio no percibís muchos sabores, no os desaniméis. Practicando se aprende.